El principal mensaje que trajo consigo la modernidad fue que el individuo y su comunidad directa pueden ser más independientes de estructuras centrales. Las nuevas tecnologías y los avances contemporáneos han entregado a las sociedades mayor autonomía de acción, mayor acceso a servicios, integración, dinamismo y sin duda mayores niveles de democracia.
Sin embargo en Chile, y a diferencia de otros países del mundo, el mensaje de la modernidad no ha traído el grado de independencia que se necesita para crear regiones, ciudades y comunidades que gocen de mayor autonomía del estado central. En otras palabras una descentralización que permita a los individuos encontrar por si solos respuesta a dos grandes interrogantes: ¿Quienes somos? y ¿Como vivimos juntos? Las respectivas respuestas ayudan a las comunidades vislumbrar cual es la mejor manera de crear sociedades que se acerquen más a lo que de verdad somos y el rumbo que debemos tomar hacia el futuro.Las dos preguntas anteriores, por muy simples que parezcan, son fundamentales al momento de planificar el país que queremos en el futuro.
Las regiones no solo deben ser lugares de residencia, recreación y de actividad económica, sino que lugares que fomenten ciudadanos activos e informados con las herramientas y capacidad productiva para generar riquezas y autoridad para gobernar sus propias vidas de una manera mas independiente dinámica y libre. Esta es la independencia que realmente tiene que buscar el Chile moderno, un país que debe cortar el cordón umbilical al paternalismo y comenzar a preocuparse por entregarles a todos sus ciudadanos efectivas herramientas para lograr un desarrollo igualitario y con identidad.
En primer lugar, es necesario aumentar las hoy limitadas estructuras y privilegios de los gobiernos regionales. El Intendente y los consejeros regionales deben llegar a sus cargos como producto de elecciones populares, lo que los obligaría a tener plataformas y encontrar vías para legitimizar su gobernabilidad. Esta necesidad también recae en la Región Metropolitana, la que necesita un gobierno con mayor autonomía y dinamismo para enfrentar sus enormes desafíos administrativos. En el mismo contexto es necesario descentralizar los partidos políticos existentes para así generar expresiones y liderazgos poderosos acordes a la realidad de cada región.
A la vez, es imprescindible modificar la ley actual de partidos políticos que impide el nacimiento de partidos exclusivos de regiones. Esta ley coarta la posibilidad de crear partidos políticos regionales que desarrollen liderazgos representativos y terminen con los oportunismos electorales que muchas veces posesionan individuos que tiene pocos o nulos conocimientos del lugar que representan, gatillando muchas veces, un servicio público irresponsable y poco legítimo.
En segundo lugar, se debe garantizar que las iniciativas de emprendimiento microempresarial no serán arrolladas y absorbidas por un modelo económico que potencia los monopolios comerciales. La preservación y potenciamiento de negocios locales conserva la identidad local y entrega dinamismo a las comunidades que han sido violadas por los mega establecimientos que se instalan abruptamente en medio de espacios públicos, centros cívicos y comunidades. Por otro lado, la presencia de negocios pequeños y micro empresas aumentan el capital social, dispersan el capital económico y la toma de decisiones en comunidades locales se vuelve más transversal, representativa y democrática.
En tercer lugar esta la importancia de construir identidades regionales.
Para esto, gran parte de los recursos económicos generados por las regiones deben transformarse en inversión para ellas mismas. La identidad se construye no solo potenciando lo ya existente sino que innovando en torno a la realidad de cada región. Las regiones deben tener más control y recursos para iniciativas educacionales, culturales, científicas, tecnológicas, de infraestructura y de integración internacional. Al mismo tiempo, las regiones deben ser capaces de generar alternativas atrayentes que terminen con la fuga de cerebros que mayormente decanta en la capital y fuera de nuestro país.
En el corto plazo seria irresponsable el pretender autonomía absoluta para las regiones y esperar transformar a estas en algo similar a los estados de los Estados Unidos o de países Europeos. Sin embargo, es tiempo de fortalecer de mayor forma las instituciones regionales y su capital humano, dar paso a un mayor florecimiento de la democracia local y entregar la confianza para que estas comunidades puedan tomar sus propias decisiones de acuerdo a su identidad y necesidades.
Durante este nuevo periodo de gobierno será fundamental el reducir el poder del estado y ampliar el de las regiones, de lo contrario, seguiremos viendo como Santiago crece y las regiones siguen jugando de visita.